Monólogo: Martín Luthero

Héctor Paúl Ayala Valadez

Cód. 212231032

Licenciatura en Historia

Expresión oral y escrita

Monólogo sobre MARTÍN LUTERO

Turno vespertino

2012-A

INTRODUCCIÓN

Han pasado 466 años desde la muerte del fraile agustino Martin Luther, conocido como Martín Lutero Padre de los protestantes. Hombre de firmes ideas y constantes mortificaciones, se dio a la iglesia católica en muchos años de formación espiritual, humana  y académica obteniendo dos bachilleres, una maestría y dos doctorados.

Martín Lutero no promovió un cisma ante los dogmas de la iglesia católica, simplemente defendió la postura de sus interpretaciones de las sagradas escrituras en su lengua original.

Los pensamientos que propone en sus 95 tesis no son incorrectos, simplemente son justos y coherentes con las sagradas escrituras. Se buscó su retracción sobre la doctrina que el enseñaba en los pulpitos y cátedras impartidas en la universidad, sin embargo firme en su postura, recibió la excomunión, misma que le prohibió el ejercicio de su ministerio sacerdotal.

En el Concilio Vaticano II (CVII) celebrado entre 1962 y 1965 se tomó de referencia para la modificación tanto de las celebraciones litúrgicas, como las aportaciones económicas a la iglesia, algunas de las tesis que cuatro siglos atrás había propuesto Martín Lutero, y que hoy son las normas que rigen a la iglesia católica.

 

JUSTIFICACIÓN

He elegido a Martín Lutero para trabajar este monologo porque es como escribir mi historia, me siento identificado desde la infancia hasta la petición de abandonar el ministerio por hacer lo correcto, lo que me pedían hacer, señalar, denunciar y proponer.

Al igual que Martín provengo de una familia de escasos recursos, he tenido problemas para sostener mis estudios y en ocasiones me desanima ver como el poder de un titulo haga que la gente me humille y haga sentir inferior aunque posea mas inteligencia y raciocinio que esas personas.

 

DESARROLLO DEL MONÓLOGO

Estoy frente a la presencia del “Creador” contemplando su rostro, después de una larga espera, es mi momento. Deseo preguntarle tantas cosas, sin embargo me pide le cuente lo que hice en mi vida terrenal. Señor no me juzgues por mis pecados sino por las obras de caridad que realice, no me enjuicies con cólera mejor hazlo con piedad y misericordia, mírame con ojos de clemencia y ten compasión de mi.

Mi nombre es Martín soy hijo de Hasn y Margarette Luder. Nací el 10 de noviembre de 1483 en Eisleben, Alemania. En el seno de una familia humilde sustentada por mi padre que fue un hombre de robusta y activa inteligencia, director de varias minas de cobre,  siempre buscó lo mejor para mí y me envió a los mejores colegios de Mansfeld, Magdeburgo y Eisenach para darle honores a mi familia.

Mis padres velaron con gran esmero por mi educación. Procuraron para mí la instrucción del conocimiento de Dios y la práctica de las virtudes cristianas. Fueron muchas las noches es las que escuché de mi padre oraciones dirigidas al cielo para que yo siempre tuviera presente el nombre del Señor y sobre todo en el momento indicado propagar la verdad.

La escuela no fue fácil pues fui tratado con aspereza y dureza. Viví la pobreza a tal grado que para sostener mis estudios debí ir de puerta en puerta cantando para no pasar hambre, aunque no siempre corrí con mucha suerte. Mas a pesar de tantos motivos de desaliento, seguí resueltamente adelante, puesta la vista en un dechado elevado de moral y de cultura intelectual que me cautivó el alma. Tuve sed de saber, y el carácter serio y práctico de mi genio me hizo desear lo sólido y provechoso en lugar de lo vistoso y superficial.

Con tan solo 18 años ingresé a la Universidad de Erfurt. En ese momento fueron más brillantes las perspectivas pues mis padres me mantuvieron más desahogadamente, gracias a lo logrado con la economía y laboriosidad que gozaron. Me dediqué a estudiar los mejores autores, atesorando con diligencia sus maduras reflexiones y haciendo mío el tesoro de conocimientos de los sabios. Demostré a mis primeros maestros mi distinción y tras ello di a notar el rápido desarrollo de mi talento. Por mi buena memoria, activa imaginación, sólidas facultades de raciocinio e incansable consagración al estudio, quedé pronto al frente de mis condiscípulos.

En 1502 recibí el grado de bachiller, tres años después la maestría y para dar gusto al deseo que mi padre tenía desde mi niñez, me inscribí en la Facultad de Derecho. Pero todo cambió desde la tormenta eléctrica de ese mismo año, me encontraba camino a casa de mis padres cuando un rayo cayó cerca de mí, entonces con mucho temor grite: “¡Ayuda Santa Ana! ¡me haré monje!”. Después de ese acontecimiento abandoné la carrera de Derecho y entré al monasterio agustino de Erfurt el 17 de julio de 1505, fecha imborrable de mi memoria, pues ahí comenzó el cambio en mi vida.

Me dediqué por completo a la vida del monasterio, empeñándome en realizar buenas obras con el fin de complacer a Dios y servir a otros mediante la oración por sus almas. Mi vida se complicó cuando me consagré con mucha intensidad al ayuno, las flagelaciones, a largas horas en oración, al peregrinaje y a la confesión constante. Cuanto más intentaba agradar a Dios, más me daba cuenta de mis pecados.

Fui un fraile piadoso y seguí con mayor severidad de la que puedo expresar las reglas de mi orden. Si algún fraile en ese momento, pudiera entrar en el cielo por sus obras monacales, no hay duda que yo fuera el elegido. Si hubiera durado mucho tiempo aquella rigidez, me hubiera hecho morir a fuerza de austeridades.

En mi estancia monacal fui humillado con las más repugnantes labores, sin embargo creí que debía ser así para perdón de mis pecados. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que viva, que se convierta, que mortifique su cuerpo y su alma. El Espíritu Santo de Dios de alimenta de carne mortificada, de un corazón contrito y arrepentido y yo solo preparé mi cuerpo para que el Espíritu se alimentara de mi.

Fui llamado para recibir la sagrada orden del sacerdocio en 1507 y tan solo un año después abandoné el claustro para impartir cátedra como bachiller en estudios bíblicos en la Universidad de Wittenberg.

Realice un peregrinaje a Roma y quedé verdaderamente decepcionado. Sin verlo, no se podría creer que en Roma se cometan pecados y acciones infames; y por lo mismo acostumbran decir: Si hay un infierno, no puede estar en otra parte que debajo de Roma; y de este abismo salen todos los pecados. Doquiera volviera mi rostro tropezaba con libertinaje y corrupción en vez de santidad.

Recibí el grado de doctor en Teología en octubre de 1512 y solo tres días después fui recibido en el Senado de la Facultad de Teología donde me concedieron el título de Doctor en Biblia. En esa época estudié griego y hebreo para profundizar en el significado de las Sagradas Escrituras.

Además de mis deberes como profesor, serví como predicador y confesor en la iglesia de Santa María. También prediqué habitualmente en la iglesia del palacio. Fue durante este periodo cuando me di cuenta de los efectos de ofrecer indulgencias a los feligreses.

Una indulgencia es la remisión del castigo temporal que aún se mantiene por los pecados después de que la culpa ha sido eliminada por absolución. En esa época, cualquier persona podía comprar una indulgencia, ya fuera para sí misma o para sus parientes difuntos que permanecían en el Purgatorio. El fraile dominico Johann Tetzel había sido reclutado para viajar por los territorios episcopales de Alberto de Brandeburgo vendiendo indulgencias. Con el dinero obtenido por dicho medio, se esperaba financiar la edificación de la basílica de San Pedro en Roma, Italia, y comprar un obispado para Alberto de Hohenzollern.

Vi este tráfico de indulgencias no solo como un abuso de poder, sino como una mentira, que, no teniendo base en las Escrituras, podría confundir a la gente y llevarla a confiar solamente en la mentira de las indulgencias, dejando de lado la confesión y el arrepentimiento verdadero. Entonces prediqué tres sermones contra las indulgencias. Pero cólera siguió creciendo y el 31 de octubre de 1517 fueron clavadas mis 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg como una invitación abierta a debatirlas. Las tesis condenaban la avaricia y el paganismo en la Iglesia como un abuso, y pedían una disputa teológica en lo que las indulgencias podían dar. Sin embargo, en mis tesis no cuestionaba directamente la autoridad del Papa para conceder indulgencias.

Esas 95 tesis fueron traducidas rápidamente al alemán y ampliamente copiadas e impresas. Al cabo de dos semanas se habían difundido por toda Alemania y, pasados dos meses, por toda Europa. Este fue uno de los primeros casos de la Historia en los que la imprenta tuvo un papel importante, pues facilitó una distribución más sencilla y amplia.

El Papa advirtió me advirtió el 15 de junio de 1520, con la bula papal Exsurge Domine, de que me arriesgaba a la excomunión, a menos que en un plazo de sesenta días repudiara 41 puntos de mi doctrina seleccionados de sus escritos. En octubre de 1520 envié el escrito “En la Libertad de un Cristiano” al Papa, añadiendo la frase significativa: Yo no me someto a leyes al interpretar la palabra de Dios. Mientras tanto, se había rumoreado en agosto que Eck había llegado a Meissen con una prohibición papal, la cual se pronunció realmente el 21 de septiembre. El Papa León X me excomulgó el 3 de enero de 1521 mediante la bula Decet Romanum Pontificem.

La ejecución de la prohibición, sin embargo, fue evitada por la relación del Papa con Federico III de Sajonia y por el nuevo emperador Carlos V quien, viendo la actitud papal hacia él y la posición de la Dieta, encontró contraindicado apoyar las medidas contra mi persona. Fui a Worms diciendo: Iré allí aunque hubiese tantos demonios como tejas en los tejados.

El emperador Carlos V inauguró la Dieta imperial de Worms el 22 de enero de 1521. Fui llamado a renunciar o reafirmar mi doctrina y me fue otorgado un salvoconducto para garantizar su seguridad.

Me presenté ante la Dieta el 16 de abril. Johann Eck, un asistente del Arzobispo de Tréveris, me presentó una mesa llena de copias de sus escritos. Me preguntó  si los libros eran míos y si todavía creía en lo que esas obras enseñaban. Yo solo pedí un tiempo para pensar mi respuesta, el cual me fue concedido. Entré en silencio y oré, consulté con sus amigos y mediadores y me presenté ante la Dieta al día siguiente. Cuando se trató el asunto en la Dieta, el consejero Eck me pidió que respondiera explícitamente: «Luther, ¿rechaza sus libros y los errores que en ellos se contiene?», a lo que respondí: Que se me convenza mediante testimonios de la Escritura y claros argumentos de la razón, porque no le creo ni al Papa ni a los concilios, ya que está demostrado que a menudo han errado, contradiciéndose a sí mismo, por los textos de la Sagrada Escritura que he citado, estoy sometido a mi conciencia y ligado a la palabra de Dios. Por eso no puedo ni quiero retractarme de nada, porque hacer algo en contra de la conciencia no es seguro ni saludable. Y continué diciendo: ¡No puedo hacer otra cosa; esta es mi postura! ¡Que Dios me ayude!

En los siguientes días se hicieron conferencias privadas para determinar mi destino. Antes de que la decisión fuese tomada, abandoné Worms. Durante mi regresó a Wittenberg desaparecí sin dejar señal.

El emperador redactó el Edicto de Worms el 25 de mayo de 1521, declarándome como prófugo y hereje, y prohibiendo mis obras.

El sitio donde permanecí dos años fue en un castillo de Wartburg, pero después decidí volver a Wittenberg, donde contraje matrimonio con mi hermosa Katy, Catalina de Bora, con quien procree tres hijos y tres hijas Joahannes, Elizabeth, Magdalena, Martin, Paul y Margaretha. Algunos llegaron a mencionar que fui muy sínico pues mi lugar de residencia fue el monasterio agustino de Wittenberg.

Padre Santo muchas cosas transcurrieron después, tu eres omnipotente, omnisciente y omnipresente, sabes lo que ocurrió y por tu amor has olvidado para permitir que este yo ahora contemplando tu rostro.

Mi último viaje a Mansfeld lo realicé debido a la preocupación por las familias de mis hermanos y hermanas, quienes continuaban en la mina de cobre de mi padre Hans Luther, que estaba amenazada por las intenciones del Conde Albrecht de Mansfeld de controlar esa industria para su beneficio personal. La controversia involucró a los cuatro condes de Mansfeld: Albrecht, Philip, John George y Gerhard. Viajé dos veces hacia fines del año 1545 con el objetivo de participar en las negociaciones para llegar a un acuerdo. Fue necesaria una tercera visita a principios de 1546 para completar las negociaciones. El 23 de enero dejé Wittenberg acompañado por mis tres hijos. Pasadas las 8 de la tarde de ese día,  sufrí unos terribles dolores en el pecho. Al ir a la cama oré diciendo: En tus manos encomiendo mi espíritu; me has redimido, oh Señor, fiel Dios. A la una de la madrugada desperté con un agudo dolor de pecho y fui envuelto con toallas calientes.

Sabiendo que mi muerte terrenal era inminente, elevé mis ojos al cielo y agradecí a Dios por haberme entregado todo cuanto necesite. Mis compañeros Justus Jonás y Michael Coelius gritaron: Reverendo padre, ¿está listo para morir confiando en su Señor Jesucristo y confesando la doctrina que enseñó en su nombre? Un distintivo “sí” fue mi respuesta. Volví a la casa del Padre Eterno el 18 de febrero de 1546 en Eisleben, tierra que me vio nacer y crecer. Mi cuerpo fue inhumado en la Iglesia del Palacio de Wittenberg, cerca del púlpito desde el cual  transformé al cristianismo.

Ahora creador mío te devuelvo mi alma, antes de que yo naciese, me conocías; a imagen tuya me modelaste. Señor, mis pecados me aterran, y ante ti me sonrojo. Cuando vengas como Juez, no me condenes. Yo solo cumplí con lo que tus sagradas escrituras dicen.

 

CONCLUSIÓN

Aprendí mucho de Martín Lutero, desde la humildad y sencillez en la toma de decisiones, hasta el carácter recio en la defensa de la postura de sus tesis ante la iglesia. Su forma de ver el mundo religioso y entregarse a lo que le apasionó, la vida de monasterio.

Admiro de manera especial su entrega en sus mortificaciones de cuerpo y alma, los desiertos que realizo con valentía y solo para agrado de Dios. Ver como se levanto de las humillaciones que recibió desde el colegio hasta el monasterio, donde con alegría pronta obedecía a cuanto de pidieran.

La vida de Martín aporta a mi formación ese carácter robusto de defensa de mis ideas, si en verdad son mis ideas y las tengo bien fundamentadas no tengo por qué dudar de ellas, al contrario debo defenderlas hasta las últimas consecuencias.

No debo ver el mal que causen mis pensamientos, sino lo correctos que son y lo que puedan aportar a la sociedad en general. Yo entiendo que nadie es profeta en su tierra, y puede existir la posibilidad de que mi trabajo se reconozca en otros lugares y en donde me desarrollo se vea como una ofensa o traición.

Qué razón tenias Lutero al decir que el infierno se encuentra debajo del Vaticano, yo como tu creí encontrar en esa tricentenaria casa de formación, santidad y recogimiento, y fue lo contrario, vi en algunos superiores lujuria y perversión, opulencia y banalidades materialistas.

Acerca de Héctor Paúl Ayala Valadez
Licenciado en Historia que ya estudió Derecho, Filosofía y Psicología. Profesor de Geografía, Historia Asignatura Estatal e Inglés en el sector publico y privado.

8 Responses to Monólogo: Martín Luthero

  1. Monica Ester says:

    Hermoso testimonio me fascino la forma en que es contada la vida de un hombre de fe

  2. liliana says:

    Me parecio excelente este monologo de lutero el padre de la reforma protestante, y su conclusion hector paul por las similitudes que encuentra de lutero con su persona. En mi opinion lutero para mí fue una persona de caracter ferreo y con convicciones, que se rebelo en contra de la practica de venta de indulgencias que realizaba la iglesia romana en la época medieval. Tambien lo considero considero un gran líder y reformador porque al no agradarle lo que sucedia en la iglesia romana en esa época, realizo. Una critica reflexiba, realizando 95 tesis que estaban en contra de la venta de indulgencias, lo que le causo que lo acusaran de herejia, pero el siempre lucho por defender sus ideas.

  3. Ammy says:

    Hola Hector, lei tu monologo, esta ¡¡super!! me gustaria saber si tienes algo de Martín Lutero pero para presentarlo como una obra de teatro, me refiero a dialogo con algunos otros personajes. en caso de ser asi mi correo es amelyastar@hotmail.com

    Gracias¡

  4. Jamy says:

    Hola, creo q haz hecho un buen trabajo leyendo todo un material de la vida de Lutero; Martín , al igual que muchos han sido usados para llevar la Obra que sólo es de Dios, Lutero fue un hombre como tú y yo , en la condición de pecadores, salvos sólo por gracia.Quiero recordarte que nada sacamos con creernos un poco superior a otros en cuanto santidad, porque santo sólo es uno, y por eso, no comparto la Justificación de este monólogo, ni tampoco algunas partes de la Conclusión , pues cómo dices» me sonrojo ante la presencia de Dios por mis pecados», de igual forma , me sonrojaría hacer un alarde de mi «gran espiritualidad»…da como pena, y me da pena incluso hacerte esta crítica, pues ¿ quién soy yo, para hacerlo?, pues yo, estoy en la misma condición humana a la tuya, a la de todos, incluyendo a Lutero y los demás Salvos por GRACIA. Por eso, que el tema sea Cristocéntrico, es mucho mejor, Nadie mejor como modelo para seguirle !!, que Dios te lleve en Bendición para la obre de El , nada mejor que el esfuerzo de llevar el mensaje de Cristo a través de este monólogo.:)

  5. arlex says:

    Muy bueno, este monologo deja impregnado en el alma la pasión por el ejercicio del servicio a Dios, muchas gracias.

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